Es cierto que muchas veces una rutina determinada nos funciona muy bien y notamos que crecemos, pero esto no puede ser así para siempre, ya que los músculos acaban por acostumbrarse y llega un momento en el que el ejercicio no nos sirve de nada porque estos no responden a los estímulos por parecerles algo normal. Para evitar esto es necesaria una constante innovación, y es que el cuerpo nos avisa de cuando necesita un cambio en la rutina.
Cuando el cuerpo se acostumbra a una determinada rutina de entrenamiento lo primero que notamos es que los ejercicios que la componen dejan de ser efectivos para nuestros músculos. Esto se nota enseguida, y es que no nos cuesta trabajo realizarlos. Para nosotros dejan de suponer un reto y apenas notamos tensión en la zona trabajada. Esta reacción se debe a que los músculos han superado esa fase y necesitan seguir evolucionando, y para ello debemos cambiar los ejercicios que componen la rutina o aumentar la dificultad de esa misma aumentando las cargas o realizando posturas más elaboradas y complejas.
La rapidez a la hora de realizar los ejercicios es un claro síntoma de estancamiento, ya que al no suponer ningún tipo de resistencia para nosotros esa actividad, lo que hacemos es realizarla sin ninguna dificultad, lo mismo que sucede cuando notamos que nuestro tono muscular no es el adecuado, y es que al acostumbrarse los músculos a una serie de ejercicios lo que conseguimos es que al no estimularlos no solo no mejoren su tono, sino que lleguen a perder parte del que hemos ido ganando con el tiempo debido a que el entrenamiento deja de suponer un estímulo para ellos.