El ejercicio físico es un factor vital en la búsqueda del peso ideal. Está demostrado que las personas con sobrepeso rara vez se encuentran entre las filas de los que realizan actividades físicas. Así y todo, la inactividad podría ser tanto la causa como la consecuencia de los problemas de peso. Por otro lado, las personas que se someten a dietas controladas para bajar de peso y mantienen sus resultados, son las que mayores oportunidades tienen de hacer ejercicio.
Lo cierto es que el ejercicio físico facilita la pérdida de peso a largo plazo y de manera definitiva, mientras que los hábitos alimenticios contribuyen a eliminar los kilos de más de forma rápida pero transitoria. Por tanto, se llega a la conclusión de que los programas de control del peso “siempre” deben incluir ejercicio.
Desde hace ya varios años los nutricionistas han prescripto como una “mera formalidad” a la actividad física como complemento de las dietas. Esto ha sido así desde el momento en que los profesionales son conscientes de lo difícil que resulta hacer ejercicio para una persona con sobrepeso. Sin embargo, existen razones más que convincentes para hacer del ejercicio físico la mejor receta para conservarse delgado:
1. Con el ejercicio se gasta energía. El ejercicio utiliza calorías, pero algunas personas que hacen dieta cometen el error de creer que pueden quemar las suficientes calorías a través de una actividad de baja intensidad como para permitirse un incremento de la ingestión de comida. Los efectos acumulativos del ejercicio a través de largos períodos de tiempo puede ser sustancial, de modo que incluso los niveles de actividad más modestos son beneficiosos.
2. El ejercicio puede disminuir el apetito voraz. Estudios llevados a cabo indican que el ejercicio puede ayudar a suprimir el apetito en algunas personas. Otros individuos pueden incrementar la ingestión lo suficiente como para compensar el mayor gasto de energía, de modo que los efectos del ejercicio sobre el apetito son neutrales o positivos para la persona que hace dieta. A algunas personas les resulta útil programarse el ejercicio para aquellos momentos en los que suelen comer excesivamente.
3. El ejercicio puede neutralizar los efectos negativos de la obesidad. El ejercicio puede tener efectos positivos sobre la presión sanguínea, el colesterol sérico, la composición corporal y la función cardiorrespiratoria. La personas obesas tienen mayor riesgo de sufrir alteraciones en estas áreas. El ejercicio aportará estos beneficios independientemente de la pérdida de peso. Tal es así, que en este sentido se considera a la actividad física como restauradora de la salud general del organismo.
¿Por qué hacer ejercicio físico?
Como ocurre con las dietas, el cumplimiento de un programa de entrenamiento físico es todo un desafío. Además de interpretar como estilo de vida la importancia del ejercicio en la búsqueda del peso ideal, es necesario considerar algunos aspectos propios del ejercicio que se presentan como un camino único para bajar de peso en forma definitiva, y sin tener que llegar a someterse a una dieta eterna bajas calorías. De ahí, la necesidad de hacer ejercicio para conseguir resultados exitosos.
En principio el ejercicio, además de ser un modo de gastar energía y mejorar la salud, puede aumentar el autoestima, ofrecer motivación, reducir la ansiedad y proteger al organismo contra el estrés (un factor que propicia el exceso de ingestión de alimentos). Por ejemplo, en una persona que intenta perder peso los cambios psicológicos favorables pueden aumentar el cumplimiento de la dieta. El ejercicio puede tener este efecto incrementando un sentido general del autocontrol.
Por otro lado, el ejercicio puede minimizar la pérdida de masa muscular. Se ha demostrado que hasta un 25% de la pérdida de peso conseguida únicamente a través de una dieta puede ser músculo en lugar de grasa. La gente con exceso de peso suele tener una mayor cantidad de masa muscular además de grasa, pero la pérdida de tejido muscular durante la dieta puede llegar a ser peligrosa si el cuerpo agota las reservas de proteínas en algunas de sus áreas esenciales. El porcentaje de pérdida de músculo disminuye sustancialmente cuando el ejercicio se combina con la dieta. Así, el cuerpo sólo pierde la grasa y conserva el músculo.
Ejercicio físico para perder peso en reposo
A largo plazo, la dietas que prescinden de la actividad física no funcionan porque no generan la condición necesaria para que el organismo pueda mantener su peso corporal. En cambio, el ejercicio físico puede contrarrestar el declive metabólico que produce la dieta. La restricción de calorías produce una rápida reducción del ritmo en el metabolismo basal, o sea, la cantidad de calorías que el cuerpo consume en estado de reposo. Este declive puede ser hasta del 20%, y puesto que el metabolismo basal implica nada menos que entre el 60 y el 70% del gasto de energía total, frenar la caída del mismo es algo a tener muy en cuenta. Esta reducción del metabolismo basal explica en gran medida la situación de estabilización que alcanzan muchas personas que hacen dieta, interrumpiendo su nivel de pérdida de peso incluso cuando la ingesta de calorías sigue siendo la misma.
Por su parte, el ejercicio físico aumenta la tasa metabólica basal, permitiendo quemar una mayor cantidad de calorías en reposo y sin condicionar el proceso a una dieta alimenticia. Tal es así, que el entrenamiento físico continuo y regular es el único que permite mantener el peso corporal ideal a través del tiempo, cosa que no sucede con las dietas pasajeras. Porque está claro que el organismo no puede vivir sometido a una restricción constante de calorías (como sucede con una dieta), pero si puede adaptarse sin problemas al ejercicio físico diario.
¿Cómo establecer un programa de ejercicio físico constante?
La mayoría de las personas inactivas denuncian la “falta de tiempo” como el principal factor que les impide realizar una actividad física. Este obstáculo puede superarse por medio de una programación creativa y personalizada que tenga en cuenta el tiempo libre de cada uno. Aunque los entrenadores personales resultan una gran salida para personas ocupadas, el costo de éstos no siempre está al alcance de todos. Pero eso no debe ser un impedimento, puesto que para hacer ejercicio sólo se necesita voluntad y predisposición: se puede entrenar en un gimnasio, al aire libre, en el hogar, sólo o con amigos.
Sin embargo, la razón de la "agenda repleta" suele enmascarar otras barreras más importantes. Una de esas barreras es el exceso de peso en sí. Tornarse activo puede ser difícil, agotador y doloroso cuando el cuerpo lleva una carga adicional. Para ello es necesario proponerse unos objetivos de ejercicio razonables y trazarse un plazo coherente hasta alcanzar niveles de actividad intensos. Por ejemplo, para las personas obesas, la opción de actividades de bajo impacto es especialmente importante. Para mucha gente, obesa o delgada, los paseos regulares suponen una opción potencialmente positiva. Eso sí, antes de incorporarse a programas de mayor “intensidad física” conviene siempre consultar a un médico.
Salud perdurable a través del ejercicio
Una actividad física modesta y una pérdida de peso modesta aportan beneficios considerables para la salud. Unos niveles de actividad relativamente bajos se asocian con un descenso de la mortalidad. El ejercicio de baja intensidad también hace pronosticar una pérdida de peso. Además, curiosamente, una pérdida de peso pequeña puede normalizar la presión sanguínea en algunas personas con obesidad e hipertensión y mejorar el control de la diabetes de tipo II.
Es preciso entender la siguiente idea: cualquier nivel de ejercicio, por pequeño que sea, es mejor que no hacer ejercicio. Cuando una persona se pregunta si caminar una cuadra es "suficiente", la respuesta debe ser contundente: es mucho mejor que permanecer inactivo. Además, es preciso señalar que un esfuerzo semejante representa un compromiso positivo con uno mismo. La constancia puede ser más importante que el tipo o la cantidad de ejercicio, y quizá el aspecto más difícil con el que se enfrenta cualquier persona que desea verse y sentirse bien.
Por: Mariano Salvador Orzola
Lo cierto es que el ejercicio físico facilita la pérdida de peso a largo plazo y de manera definitiva, mientras que los hábitos alimenticios contribuyen a eliminar los kilos de más de forma rápida pero transitoria. Por tanto, se llega a la conclusión de que los programas de control del peso “siempre” deben incluir ejercicio.
Desde hace ya varios años los nutricionistas han prescripto como una “mera formalidad” a la actividad física como complemento de las dietas. Esto ha sido así desde el momento en que los profesionales son conscientes de lo difícil que resulta hacer ejercicio para una persona con sobrepeso. Sin embargo, existen razones más que convincentes para hacer del ejercicio físico la mejor receta para conservarse delgado:
1. Con el ejercicio se gasta energía. El ejercicio utiliza calorías, pero algunas personas que hacen dieta cometen el error de creer que pueden quemar las suficientes calorías a través de una actividad de baja intensidad como para permitirse un incremento de la ingestión de comida. Los efectos acumulativos del ejercicio a través de largos períodos de tiempo puede ser sustancial, de modo que incluso los niveles de actividad más modestos son beneficiosos.
2. El ejercicio puede disminuir el apetito voraz. Estudios llevados a cabo indican que el ejercicio puede ayudar a suprimir el apetito en algunas personas. Otros individuos pueden incrementar la ingestión lo suficiente como para compensar el mayor gasto de energía, de modo que los efectos del ejercicio sobre el apetito son neutrales o positivos para la persona que hace dieta. A algunas personas les resulta útil programarse el ejercicio para aquellos momentos en los que suelen comer excesivamente.
3. El ejercicio puede neutralizar los efectos negativos de la obesidad. El ejercicio puede tener efectos positivos sobre la presión sanguínea, el colesterol sérico, la composición corporal y la función cardiorrespiratoria. La personas obesas tienen mayor riesgo de sufrir alteraciones en estas áreas. El ejercicio aportará estos beneficios independientemente de la pérdida de peso. Tal es así, que en este sentido se considera a la actividad física como restauradora de la salud general del organismo.
¿Por qué hacer ejercicio físico?
Como ocurre con las dietas, el cumplimiento de un programa de entrenamiento físico es todo un desafío. Además de interpretar como estilo de vida la importancia del ejercicio en la búsqueda del peso ideal, es necesario considerar algunos aspectos propios del ejercicio que se presentan como un camino único para bajar de peso en forma definitiva, y sin tener que llegar a someterse a una dieta eterna bajas calorías. De ahí, la necesidad de hacer ejercicio para conseguir resultados exitosos.
En principio el ejercicio, además de ser un modo de gastar energía y mejorar la salud, puede aumentar el autoestima, ofrecer motivación, reducir la ansiedad y proteger al organismo contra el estrés (un factor que propicia el exceso de ingestión de alimentos). Por ejemplo, en una persona que intenta perder peso los cambios psicológicos favorables pueden aumentar el cumplimiento de la dieta. El ejercicio puede tener este efecto incrementando un sentido general del autocontrol.
Por otro lado, el ejercicio puede minimizar la pérdida de masa muscular. Se ha demostrado que hasta un 25% de la pérdida de peso conseguida únicamente a través de una dieta puede ser músculo en lugar de grasa. La gente con exceso de peso suele tener una mayor cantidad de masa muscular además de grasa, pero la pérdida de tejido muscular durante la dieta puede llegar a ser peligrosa si el cuerpo agota las reservas de proteínas en algunas de sus áreas esenciales. El porcentaje de pérdida de músculo disminuye sustancialmente cuando el ejercicio se combina con la dieta. Así, el cuerpo sólo pierde la grasa y conserva el músculo.
Ejercicio físico para perder peso en reposo
A largo plazo, la dietas que prescinden de la actividad física no funcionan porque no generan la condición necesaria para que el organismo pueda mantener su peso corporal. En cambio, el ejercicio físico puede contrarrestar el declive metabólico que produce la dieta. La restricción de calorías produce una rápida reducción del ritmo en el metabolismo basal, o sea, la cantidad de calorías que el cuerpo consume en estado de reposo. Este declive puede ser hasta del 20%, y puesto que el metabolismo basal implica nada menos que entre el 60 y el 70% del gasto de energía total, frenar la caída del mismo es algo a tener muy en cuenta. Esta reducción del metabolismo basal explica en gran medida la situación de estabilización que alcanzan muchas personas que hacen dieta, interrumpiendo su nivel de pérdida de peso incluso cuando la ingesta de calorías sigue siendo la misma.
Por su parte, el ejercicio físico aumenta la tasa metabólica basal, permitiendo quemar una mayor cantidad de calorías en reposo y sin condicionar el proceso a una dieta alimenticia. Tal es así, que el entrenamiento físico continuo y regular es el único que permite mantener el peso corporal ideal a través del tiempo, cosa que no sucede con las dietas pasajeras. Porque está claro que el organismo no puede vivir sometido a una restricción constante de calorías (como sucede con una dieta), pero si puede adaptarse sin problemas al ejercicio físico diario.
¿Cómo establecer un programa de ejercicio físico constante?
La mayoría de las personas inactivas denuncian la “falta de tiempo” como el principal factor que les impide realizar una actividad física. Este obstáculo puede superarse por medio de una programación creativa y personalizada que tenga en cuenta el tiempo libre de cada uno. Aunque los entrenadores personales resultan una gran salida para personas ocupadas, el costo de éstos no siempre está al alcance de todos. Pero eso no debe ser un impedimento, puesto que para hacer ejercicio sólo se necesita voluntad y predisposición: se puede entrenar en un gimnasio, al aire libre, en el hogar, sólo o con amigos.
Sin embargo, la razón de la "agenda repleta" suele enmascarar otras barreras más importantes. Una de esas barreras es el exceso de peso en sí. Tornarse activo puede ser difícil, agotador y doloroso cuando el cuerpo lleva una carga adicional. Para ello es necesario proponerse unos objetivos de ejercicio razonables y trazarse un plazo coherente hasta alcanzar niveles de actividad intensos. Por ejemplo, para las personas obesas, la opción de actividades de bajo impacto es especialmente importante. Para mucha gente, obesa o delgada, los paseos regulares suponen una opción potencialmente positiva. Eso sí, antes de incorporarse a programas de mayor “intensidad física” conviene siempre consultar a un médico.
Salud perdurable a través del ejercicio
Una actividad física modesta y una pérdida de peso modesta aportan beneficios considerables para la salud. Unos niveles de actividad relativamente bajos se asocian con un descenso de la mortalidad. El ejercicio de baja intensidad también hace pronosticar una pérdida de peso. Además, curiosamente, una pérdida de peso pequeña puede normalizar la presión sanguínea en algunas personas con obesidad e hipertensión y mejorar el control de la diabetes de tipo II.
Es preciso entender la siguiente idea: cualquier nivel de ejercicio, por pequeño que sea, es mejor que no hacer ejercicio. Cuando una persona se pregunta si caminar una cuadra es "suficiente", la respuesta debe ser contundente: es mucho mejor que permanecer inactivo. Además, es preciso señalar que un esfuerzo semejante representa un compromiso positivo con uno mismo. La constancia puede ser más importante que el tipo o la cantidad de ejercicio, y quizá el aspecto más difícil con el que se enfrenta cualquier persona que desea verse y sentirse bien.
Por: Mariano Salvador Orzola