Por ello, la entrada en calor debe ser realizada aún con mayor énfasis y conciencia, y, en especial, si vamos a ejercita en el exterior, al aire libre.
Que los músculos entren en calor y las fibras se relajen y se tornen más flexibles, es un paso básico para reducir el riesgo de lesionarse. Un músculo tenso es mucho más propenso a dañarse, y el frío, justamente, es uno de los factores que más inciden en la tensión muscular. Por ello, antes de ejercitar, será menester desestresarlo y prepararlo para que pueda ejercitar, y sin contratiempos.
Del mismo modo que los músculos, los tendones y articulaciones también se “cierran” por el frío, por ello, también es recomendable realizar movimientos de estiramiento previos para “abrirlos”, con especial hincapié en aquéllos que más trabajarán, según la actividad que vayamos a realizar.
Por todas estas razones, en invierno quizá debamos dedicar algo más de tiempo a esta preparación previa, y, como se dijo, más aún si nuestra rutina será en el exterior. Una buena forma de comenzar a calentar es dedicar unos diez minutos de trote a ritmo suave para que el organismo y el cuerpo vayan entrando en calor de forma progresiva.
Luego, se aconseja efectuar una serie de estiramientos lentos e intensos, con mayor atención a aquéllas zonas que más se involucrarán en la rutina que vayamos a hacer.
Finalmente, y no menos importante, recuerda llevar una indumentaria adecuada a las características climáticas y a tu ejercicio. En este sentido, protege bien tus articulaciones, ya que ellas son las que más sufren también las temperaturas bajas.